Buscando su Rostro

Hace mucho tiempo que no escribo y no es por falta de material, ni de inspiración, solo que tomé un tiempo para reflexionar en cada palabra que Dios daba a mi vida. Justo hoy me levanté de madrugada y el Señor me mostró el hermoso salmo 103 y justo leyendo el versículo 18 "Sobre los que guardan su pacto y se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra...” en eso me viene a la mente ¿Como puedo guardar y obedecer los mandamientos de Dios?
Y no puedo dejar pasar esto que me puse a meditar mientras estudiaba este salmo aquí comparto algunas claves bíblicas y prácticas para ayudarnos en esto:
1. Comienza con el amor a Dios
Guardar los mandamientos no es solo cuestión de obediencia externa, sino de una relación de amor.
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.”(Deuteronomio 6:5)
Cuando amas a Dios, su voluntad se vuelve tu deleite y obedecer deja de sentirse como una carga.
2. Conoce sus mandamientos
No puedes guardar lo que no conoces. Dedica tiempo a:
Leer la Palabra regularmente (porciones como Éxodo 20, Mateo 5–7, Juan 13–17, Romanos 12…).
Estudiar qué significa cada mandamiento en su contexto.
Meditar en la Palabra: como dice el Salmo 119:11:
“En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.”
3. Pide ayuda al Espíritu Santo
Nadie puede obedecer a Dios por sus propias fuerzas. Necesitamos al Espíritu Santo para:
Traer convicción
Dar poder para resistir el pecado
Transformar nuestro carácter
“Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.”(Filipenses 2:13)
4. Ora diariamente por obediencia
La oración puede ser algo tan sencillo como:
“Señor, ayúdame hoy a agradarte. Enséñame a obedecerte y a vivir según tu voluntad.”
Hazlo parte de tu día, como respirar.
5. Rodéate de personas que también quieren agradar a Dios
Una comunidad sana de fe:
Te anima
Te corrige con amor
Camina contigo
“El que anda con sabios, sabio será…”(Proverbios 13:20)
6. Recuerda que no es perfección, sino dirección
Guardar los mandamientos no significa nunca fallar, sino tener un corazón que quiere agradar a Dios, que se arrepiente cuando cae, y que confía en la gracia de Cristo.
Sé que parecerá obvio, sin embargo, a veces el afán del día a día nos hace caer en rutina y perdemos nuestro norte que es alabarlo no solamente con nuestra alma, sino con nuestras acciones, nuestro deseo, voluntad y obra.